jueves, 26 de julio de 2012

El día que me quieras

Vamos... porque éramos dos, a ver a una paciente en gineco.
En realidad no tenía nada "ginecológico"; simplemente ocurre que las pacientes (y los pacientes) suelen ir a parar "a donde hay cama", sea gineco, sea cirugía, sea clínica médica.
Y en gineco siempre hay camas.
Para ser estrictos: "nos mandan" a ver una paciente en gineco. La palabra estricta fue "vayan a escuchar el soplo de la cama 1405 en gineco". Pero nosotros no íbamos a escuchar un soplo... íbamos a ver a una paciente que, entre otras cosas, tenía un soplo.
Así que, es correcto decir "vamos a ver a una paciente". A una vieja, para ser estrictos. La gente suele sensibilizarse con el término "vieja", hay otras palabras: geronte, anciana, señora de tercera edad, abuela/abuelo; yo preferí (y prefiero) siempre el término viejo, o vieja. Define automáticamente el momento biológico, físico, espiritual, social; el resto son eufemismos. La sociedad termina llenándose de eufemismos gracias a los que lo único que logramos es empequeñecer las cosas más importantes de la vida.
Cuestión que nos ponemos a hablar con la vieja. Arrancamos por lo de siempre: edad, motivo de consulta, enfermedad actual... Todo muy lindo para un joven de veinte años que sí está en pleno uso de sus facultades, pero no para una vieja de cien que no tuvo la vida más cómoda que digamos.
Y, como siempre, nos cuenta cosas que "no entran" en la historia clínica: las cosas que más nos importan. Nos cuenta con una sonrisa de oreja a oreja

-¡Hola doctores! ¡Qué apuestos que son! Saben, ya mi memoria no es la que era... No sé hace cuánto estoy acá, tres meses, hace tres meses que estoy.

La seguimos "interrogando". Hablando, bah. Vivía sola, sin familia que se ocupara de ella. Su carita era una maraña de arrugas entre las cuales se escondían dos ojos claros, casi invisibles; un pelo gris ceniza, recostada de costadito sobre su cama. Sonreía, y hablaba, ¡cómo hablaba!

-¿Saben qué doctores? Estoy mal porque... ¡me robaron! Me han entrado a mi casa la semana pasada, se llevaron mis cosas, mis ahorros... Diez mil pesos, todo lo que tenía ¡Y me pegaron! ¡Cómo me han pegado!

Lloraba desconsolada la viejita. No era la primera (y ni locos, ni locos iba a ser la última) que un paciente llorase. Ser paciente no es lindo ni sano para nadie. Le tomamos la mano; el contacto físico es aquella conexión con el otro, con los demás, el contacto físico hace magias.
Inmediatamente dejó de llorar y de vuelta estaba sonriendo, su boca rayaba su cara, de oreja a oreja, entre las arrugas. Se llama "labilidad afectiva", un clásico en los pacientes añosos con rasgos de demencia ("demencia", dícese, cuando perdemos la capacidad de ligarnos con nuestro yo del pasado, en general cuando perdemos la memoria y rellenamos baches de nuestro pasado con ficciones; ya hablaremos de esto en otra entrada más propicia). Es tan frágil el hilo con el ser pasado que hasta las emociones se vuelven algo intrascendente, momentáneo.

-Gracias por haberme escuchado doctores- decía, con esa sonrisa -Por todo lo que me dieron, les voy a regalar una canción.

Y empezó a cantar. Su voz era un hilito que flotaba, bailaba, en el aire de la sala:


El día que me quieras 
la rosa que engalana, 
se vestirá de fiesta 
con su mejor color. 
Y al viento las campanas 
dirán que ya eres mía, 
y locas las fontanas 
se contarán su amor. 

La noche que me quieras 
desde el azul del cielo, 
las estrellas celosas 
nos mirarán pasar. 
Y un rayo misterioso 
hará nido en tu pelo, 
luciérnaga curiosa que verás 
que eres mi consuelo.


¿Y, saben qué? Entonaba la vieja. Cómo entonaba... Como para poner los pelos de punta a toda la sala, si alguien, además de nosotros dos, la hubiese estado escuchando.

-De chiquita quería ser cantante. Pero... mi papá no me dejó. Me decía, ¿bueno, ustedes saben, lo que se decía en esa época, de las chicas que cantaban no?

Nos reímos los tres

-Así que nunca canté, fui ama de casa ¡Qué distintos son los tiempos ahora! ¡Gracias doctores!

La salud mental y la memoria se pueden perder. Pero... algunas cosas, no se pierden jamás. Los deseos, las pasiones, se nos prenden y encadenan hasta los últimos momentos de la conciencia.

4 comentarios:

  1. Muy lindo. Te felicito, a algunos se les olvida tomar la mano cuando es necesario.

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  2. ¡Excelente la oración final! Y el eufenismo de los viejos.
    Quien habrá sido el otro apuesto galeno jaja.

    La verdad que fue un momento único, muy loco.

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  3. ¡Fue uno de esos momentos por los cuales vale la pena hacer lo que hacemos!

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  4. Gracias Nata ¡El contacto físico recorta abismos que hacen sufrir de más al paciente!

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